Textos Tradicionalistas|

Sentido y origen de la voz “requeté” por José María Irribaren , C. de la Real Academia Española 

[Artículo publicado en Tradición, Revista política mensual, Núm. 3 – Septiembre de 1959. Págs. 2 a 8.]


Si repasamos los diccionarios más conocidos, las definiciones que encontramos en ellos de la palabra requeté adolecen de defectuosas, de ambiguas y, a veces, de inexactas o absurdas.

El Diccionario Espasa dice que requeté es «cada una de las agrupaciones de tradicionalistas que tienen por objeto fomentar entre ellos las ideas del partido, el sentimiento del valor, la destreza física, la iniciativa, el espíritu de resistencia y la aceptación de responsabilidad».

Se trata -como verá el lector - de una definición que es mala por demasiado extensa. Bastaría con haber dicho «Agrupación de jóvenes de acción del partido tradicionalista». Porque todo eso del «sentimiento del valor, la destreza física, la iniciativa, el espíritu de resistencia y la aceptación de responsabilidad» suena a hojarasca y a frases de relleno que lo mismo pudieran aplicarse a los boy-scouts, a los alpinistas, a los jugadores de fútbol o de bisbol, y a los deportistas en general.

(Tan es así, que la modernísima Enciclopedia del Idioma de Martín Alonso, al copiar esta definición del Espasa, la mutila, reduciéndola a su primera parte: «Cada una de las agrupaciones de tradicionalistas que tenían por objeto fomentar las ideas del partido»).

La segunda acepción que da el Espasa es la de «Especie de cuerpo armado clandestino, fundado por los carlistas», que resulta bastante aceptable.

La tercera y última dice: «Durante la guerra civil 1872-76, grupos de soldados carlistas constituidos por menores de veinte años», explicación que peca de imprecisa, como luego veremos.

El Diccionario de Lafuente, publicado bajo la dirección de José Alemany (Barcelona, 1936), incluye la palabra requeté como «Agrupación de tradicionalistas», definición tan incompleta como ambigua.

Para el diccionario Pequeño Larousse ilustrado (París, 1940) requeté es sinónimo de «carlista», lo cual es un error, a menos que carlista se tome en el sentido, mucho más amplio y acertado, de tradicionalista.

Según el Diccionario ideológico de Julio Casares (Barcelona, 1948) significa «Agrupación política de carácter tradicionalista, constituida a veces en cuerpo armado clandestino». Acepción acertada, aunque sólo comprende uno de los diversos significados de la voz en cuestión.

Esto mismo podría decirse de las definiciones del Diccionario VOX (Diccionario General e ilustrado de la Lengua Española, segunda edición, Barcelona, 1953). Que son éstas: «Agrupación militar del partido tradicionalista», e «individuo perteneciente a la misma».

Cosa extraña: la Real Academia, que nunca dio acogida a la palabra requeté —ni siquiera en su Diccionario de 1947—, la incluyó por vez primera en su Diccionario manual de 1950, y acaba de incluirla en la 18.a edición de su Diccionario grande (Madrid, 1956) con los significados a cual más deficiente, a mi juicio. En ambas obras dice que requeté significa «Cuerpo de voluntarios que, distribuidos en tercios, lucharon en las guerras civiles españolas en defensa de la tradición religiosa y monárquica». Y agrega que asimismo denota el «individuo afiliado a este cuerpo, aun en tiempo de paz».

Como digo, ambas definiciones me parecen desacertadas. Porque si la primera es aplicable a nuestra última guerra civil, no lo es, de ningún modo, a las guerras civiles del siglo XIX. Por la sencilla razón de que en ambas contiendas los voluntarios carlistas no lucharon encuadrados en tercios, sino en batallones.

La segunda acepción es igualmente desafortunada. Porque supone que en tiempo de paz un individuo puede seguir «afiliado» a una antigua unidad de combate. Y porque presupone que en el siglo último y en épocas de paz pudiera haber carlistas afiliados a tercios, denominación ésta que se aplicó por vez primera a las unidades de voluntarios carlistas en Navarra y a partir de julio de 1936.

(Las definiciones de la Real Academia aparecen copiadas en la Nueva Enciclopedia Sopeña. Barcelona, 1958).

En mi Vocabulario Navarro (Pamplona, 1952) traté de completar las acepciones de la voz requeté y la incluí con los siguientes significados (que reproduce Martín Alonso en su reciente Enciclopedia del Idioma. Madrid, 1958):

«Afiliado a la juventud del partido tradicionalista (antes carlista y jaimista). Por extensión, afiliado al citado partido. Voluntario o combatiente de los Tercios de Requetés que pelearon junto al Ejército Nacional en la guerra civil 1936-39».

Completando y ampliando esto expuse que la palabra requeté «se aplicó en la primera guerra civil (1833-39) al tercer batallón de Navarra, así apodado por el estribillo de la canción que entonaba en las marchas y al entrar en combate».

A lo cual añadí lo siguiente:

«En la segunda guerra carlista se dio el nombre de requetés a los soldados del tercer batallón de Navarra. Y a los muchachos de 14 a 16 años que, uniformados, constituían la guardia del príncipe don Jaime de Borbón, hijo del pretendiente Carlos VII.

La palabra requeté retoñó en Cataluña a fines del siglo último, aplicada primeramente a los muchachos, y más tarde a los jóvenes de acción del partido carlista, y a las milicias que se organizaron en Barcelona y otras localidades para luchar contra los «Jóvenes bárbaros» de Lerroux (en Barcelona) y de Blasco Ibáñez (en Valencia).

De Cataluña pasó a otras provincias, donde se llamó requetés a los jóvenes de acción, constituidos en milicia más o menos clandestina y afiliados al requeté de cada localidad.

En la guerra civil última se llamó requetés a los voluntarios encuadrados en los Tercios carlistas que se formaron en Navarra, y más tarde en otras provincias, y a los combatientes de los mismos, aunque no fuesen voluntarios ni perteneciesen a la llamada «Comunión Tradicionalista».

Por extensión, se aplica hoy el nombre de requetés a los afiliados al partido tradicionalista».



Y dicho esto sobre el significado de la palabra, hablaré de su nacimiento.

Por tratarse de una voz introducida en Navarra durante la llamada «Guerra de Navarra», voy a aducir cuantas noticias poseo acerca de su origen. Algunas de ellas figuran en las dos ediciones mi libro El porqué de los dichos (Madrid, 1955 y 1956). Otras, en mi ya citado Vocabulario Navarro. Recogeré lo escrito en ambas obras y añadiré otros datos complementarios e inéditos.

Algunos han supuesto que la voz requeté procede de algún toque de corneta que usaban los carlistas en la primera guerra civil. O de una nota de clarín; de un re musical. Para otros proviene de cuando Zumalacárregui, elogiando el comportamiento de sus batallones después de los combates, decía: «Todos muy bien, pero los del tercero requetebién». Martín Alonso, 1 en su ya mencionada Enciclopedia del Idioma, dice así: «Requeté: Tal vez, expresión abreviada: los requeté... (requetefieles): los muy fieles».

Estas y otras suposiciones atimológicas no pueden mantenerse desde que hace veinte años el bibliófilo y publicista navarro José María Azcona publicó en el Diario Vasco de San Sebastián (14 mayo 1938) su artículo «El batallón del Requeté, tercero de Navarra», trabajo que más tarde reprodujo y amplió en su precioso libro Zumalacárregui-Fuentes históricas (Madrid, 1946).

Llegados a este punto, el lector va a permitirme un pequeño inciso. Porque fui yo (sin proponérmelo) el que incitó a José María Azcona a aclarar el origen de la palabra que comentamos.

Yo, en el año 1937, en plena Guerra de Liberación, di a la estampa mi primer libro, titulado Con el general Mola-Escenas y aspectos inéditos de la guerra civil. Por José María Iribarren, Secretario del General. En este libro y en una de sus notas (página 175) escribía lo siguiente:

«El origen etimológico de la palabra «Requeté», que algunos relacionan con el adverbio aumentativo requeté-bien, requetelisto, requetemalo, parece ser el siguiente: Requeté, en Cataluña y en algunas pueblos de Navarra, es vocablo sinónimo de «roto, desgarrón, siete». En las guerras civiles, los soldados carlistas lo empleaban para reírse de su destrozada indumentaria: «Que se te ve el requeté» (el desgarrón en la culera). La palabra se generalizó hasta aplicarse a todos los carlistas combatientes. Según otra versión, menos pintoresca, el vocablo tiene su origen en un antiguo toque militar francés, conocido con el nombre de requeté».

Como verá el lector, yo, en aquel tiempo, «había oído campanas». Las campanas que yo había oído eran «el desgarrón en la culera» y el «toque o llamada de corneta francés, llamado requeté». Pero, aunque mis supuestos apuntaban cerca del blanco, no habían dado en él, ni mucho menos.

Entonces, mi querido tocayo y amigo Azcona, a quien dediqué mi libro, me dijo que había leído mi nota acerca del origen del requeté, que él conocía el nacimiento de la palabra, y que pensaba escribir sobre ello, para aclarar definitivamente esta cuestión.

(Entre paréntesis diré que mi tocayo era, entre todos los españoles de estos últimos tiempos, el que sabía más cosas y el que había coleccionado y leído más libros sobre la primera guerra carlista).

José María Azcona cumplió lo que me había prometido, y al cabo de un año me remitió el recorte de su citado artículo en el «Diario Vasco». Años más tarde me envió su Zumalacárregui.

Como digo, a partir de estos trabajos, el origen histórico de la voz requeté no puede estar más claro. Procede de la canción que entonaban los combatientes del tercer batallón de Navarra durante la primera guerra civil. O, mejor dicho, de su estribillo.

Así lo afirman los escritores extranjeros que estuvieron o pelearon en el campo carlista: Chaho, Henningsen, Sabatier, Schwarzenberg y Tandé. Y así aparece en los papeles de la princesa de Beira.

Los cuatro primeros batallones de voluntarios que logró reunir Zumalacárregui tomaron su nombre de los estribillos de sus canciones favoritas, como expresa el cantar de aquel tiempo:

El primero, la Salada;

el segundo, la Morena;

el tercero, el Requeté;

y el cuarto, la Hierbabuena.

El francés Chaho, en su Viaje a Navarra durante la insurrección de los vascos (1835), publicado en París al año siguiente, escribe:

«El Capuchino me repitió a su vez las canciones guerreras que los diversos cuerpos del ejército insurrecto hacían oír al marchar al combate. El estribillo Requeté ha quedado como mote para el tercer batallón de Navarra, que se ha conducido siempre de manera brillante».

El segundo testimonio procede del capitán de lanceros inglés C. F. Henningsen, que en su documentado y pintoresco libro Campaña de doce meses con el general Zumalacárregui (Londres, 1836) dice así (cap. IV):

«Eran ellos (los soldados del batallón de «Guías de Navarra») juntamente con el tercer batallón de Navarra —denominado el Requeté por un canto que ellos cantaban continuamente— los dos en quienes más confiaba el general».

Anteriormente (Cap. II), Henningsen, aludiendo a la actuación del tercer batallón en la batalla de Mendaza, recuerda que, si bien hubo un momento en que pareció desmayar, «recobró su bravura, cantando su canción peculiar, el Requeté».

Otro voluntario carlista, el príncipe austríaco Federico-Carlos Schwarzenberg, en el tomo V de su libro Aus dem Wenderbuche eines verabschiedeten Lanzkechtes, (Viena, 1848) nos dice que «El tercer batallón de Navarra, que se hizo famoso a las órdenes de Zumalacárregui, se denomina el Requeté». Y aclara inmediatamente: «Requeté es el nombre de una música de baile, cuyas estrofas entona el batallón cuando se dirige al combate».

Alexis Sabatier, el capitán francés que peleó precisamente en el tercer batallón de Navarra, escribe en su libro Tío Tomás. Scuvenirs d'un soldat de Charles V. (Burdeos, 1836) que el Requeté era «la canción favorita del tercero de Navarra, que ha dado su nombre a este batallón».

En el manuscrito titulado «Estado oficial de las fuerzas del Ejército de Carlos V en el Norte, en 1839», que perteneció al archivo de la Princesa de Beira esposa del rey carlista, y que trajo a España su confesor, el jesuita padre Valentín Ruiz, después de consignar que en Navarra llegaron a formarse trece batallones carlistas, dice:

«El tercero (era) denominado del Requeté, porque cantaba siempre una canción de este nombre».

Y añade: «La talla de estos voluntarios es pequeña, el vestido al arbitrio; pero tan atrevido y arriesgado como original. Ataca cantando el Requeté; durante mucho tiempo no usó otro vestuario que el vulgar o lo que quitaban a los cristinos».

Está, pues, fuera de toda duda que la palabra Requeté se introdujo en España gracias al estribillo de 1a canción guerrera que entonaba el tercer batallón de Zumalacárregui.

Ahora bien; ¿qué decía ese estribillo?,

Quien nos da la respuesta es Anastase de Tandé. Este bravo capitán vendeano (de Nantes), que como su colega Sabatier peleó en el tercer batallón, escribe lo siguiente en su libro Campagnes et aventures d'un voluntaire royaliste en Espagne (Le Mans, 1869):

«El Requeté (es decir, el tercer batallón) debía este remoquete a su desnudez. Los soldados, sin uniformar, iban cubiertos de andrajos y cantaban al compás de la marcha:

Vamos andando, tápate,

que se te ve el requeté.

(Allons, marchons, couvre-toi,

car Ton voit ta... nudité).

«El sentido indeterminado de esta palabra —comenta Azcona— le daba cierta malicia inocente y estimulaba la picardía infantil de los soldados».

El mismo Azcona, en su Zumalacárregui-Fuentes históricas, añade esta noticia: «En algún otro libro, que no tengo ahora a mano, he visto una variante del estribillo:

Tápate soldado, tápate que se te ve el requeté.

Para agotar todos los datos sobre la materia, diré que cuando yo estaba escribiendo mi Vocabulario Navarro, mi amigo Ignacio Baleztena me proporcionó un dicho o estribillo, que, aunque procedente de la segunda guerra carlista, tiene indudable relación con el copiado por Tandé. Dice así:

Requeté;

Tápate el culo, que te se ve.

Esto demuestra que en la canción de marras la palabra requeté era una voz extraña por no decir mostrenca, una palabra nueva y sin sentido, una especie de tururú, tarari o traíala (aunque éstas puedan ser onomatopeyas) metida en la canción, a manera de eufemismo, y alusiva al trasero de los soldados asomando a través de las desgarraduras de sus pantalones.

Ahora bien; se da la coincidencia de que en francés, y desde mucho antes de nuestra primera guerra civil, la voz requeté (con acento final) es el «nombre con que se designa cierta llamada que se toca a los perros de caza»[1]. Es decir, un toque de corneta, o por mejor decir, de trompa, para llamar a la jauría en las cercanías a caballo.

Esto y la consideración de que es muy raro que se inventen palabras me hace pensar en que es posible que alguno de los oficiales franceses que peleaban en las filas de Zumalacárregui introdujera la palabra requeté y la aplicase a un toque de corneta guerrero en lugar de venatorio. Una vez introducida la voz, es posible también que a los soldados les chocase por su misma rareza e hiciesen luego de ella la expresión picara de su estribillo.

Finalmente, y en el mismo terreno de las suposiciones, quisiera plantear otra cuestión.

Es indudable que la voz requeté trataba de aludir a «lo que se veía» a través de las desgarraduras de los pantalones. Ahora bien; estas desgarraduras ¿eran las producidas por el desgaste en la zona de la culera o eran debidas a la raja llamada gatera?

Gatera —según dejé explicado en mi Vocabulario Navarro— es «abertura en la parte trasera de los pantalones de los chicos, para que éstos puedan hacer sus necesidades sin tener que desabrocharse ni bajarse los pantalones».

No sí si esta acepción (de uso en toda Navarra) es exclusiva de nuestro viejo reino. Al menos no la he visto recogida en los vocabularios de Álava, Rioja y Aragón, publicados hasta la fecha. Yo, siendo chico, he llevado algún tiempo gatera. Y gatera llevaban los chicos de mi pueblo (Tudela de Navarra) hasta 1914.

Pues bien; entre las muchas cosas que se cuentan del gran Zumalacárregui, he oído decir que durante la guerra carlista (no sé si como ensayo por corto tiempo o como medida de mayor duración) introdujo en el vestuario de sus tropas (posiblemente sólo entre los soldados del tercer batallón de Navarra, que era su predilecto) el uso de la infantil gatera.

El hecho es, por lo menos, verosímil y muy propio del general. Porque el tío Tomás, que logró reducir y aligerar de manera pasmosa el equipo de sus soldados; que, frente a los incómodos morriones y chacos de las tropas Cristinas, estableció la boina baztanea como tocado típico de los carlistas[2]; que despojó a sus tropas de correajes, sables y cartucheras, sustituyendo éstas por la canana, que servía a la vez de cinturón; que en lugar de polainas y zapatos implantó el uso de las alpargatas, y cambió la pesada mochila por el morral de lienzo, es posible, repito, que un día pensase en la gatera como medio de evitar los retrasos, las incomodidades e incluso los peligros de muerte que suponía para sus voluntarios el uso de los pantalones a la hora de evacuar sus necesidades mayores. Porque Zumalacárregui, que había peleado en la Francesada y que sabía mucho de guerras, no podría olvidarse de los miles y miles de soldados que, a través de la Historia, fueron «cazados» en las inmediaciones de sus campamentos o al borde del camino, mientras realizaban, apartados de los demás, el citado menester fisiológico.

Como digo, existe la tradición de que el caudillo de los carlistas implantó la gatera en el vestuario de su tropa. Esto supuesto, se me ocurre pensar que el requeté podía ser lo que «se les veía» a los soldados del tercer batallón, no sólo entre los desgarrones de la culera, sino entre la abertura de la gatera.

Sabemos, pues, lo que significaba «vérsele a uno el requeté»,expresión típicamente carlista. Como sabemos lo que significaba y significa «vérsele a uno el plumero»,frase alusiva a los liberales exaltados y que proviene del enorme plumero o penacho de plumas que coronaba el morrión de los voluntarios de la Milicia Nacional ( la que nació en 1820 para defender los principies, liberales y progresistas, y fue disuelta y desarmada por el ministerio de González Bravo en el año 1844).

Y como creo haber cumplido mi promesa de decir cuanto sé sobre el tema, pongo fin a mi artículo. 



[1] Así la explica un vocabulario francés de la primera mitad del siglo último: el Diccionario Universal francés-español, por don Ramón Joaquín Domínguez, cuya segunda edición (Madrid-París, 1853) poseo.


[2] Son varios los autores que afirman que la boina —prenda tradicional de los bearneses— se introdujo en Navarra a raíz de la primera guerra civil.

Estos autores no leyeron lo que dice el pamplonés don Pascual Madoz en su célebre Diccionario geográfico-estadístico (Madrid, 1849) al referirse al valle de Baztán. Madoz, hablando de la indumentaria que usaban los baztaneses antes y después de la Francesada, afirma que la boina se usaba como tocado con anterioridad a la guerra de la Independencia.

Es más, cuando en plena guerra carlista, en 1836, el Pretendiente Carlos V dio una Real Orden, prohibiendo a los paisanos usar «armas, divisas, bigotes y otros distintivos de la clase militar», incluyendo entre éstos las boinas, el general García dirigió una comunicación a la Real Junta Gubernativa de Navarra. En dicha comunicación decía lo que sigue:

«Teniendo presente que los habitantes de la montaña (de Navarra) inmediata al Reyno de Francia, como V. E. no ignora, usan de mucho tiempo a esta parte de la boina, que es un distintivo nacional, no se puede a aquellos pueblos privarse del uso de dicho distintivo.»



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