Españoles
La Revolución, que vive
la mentira, al proclamar Rey de España, á un
Príncipe de mi familia, pretende absurdas
reconciliaciones con la Monarquía y la
Legitimidad.
La Legitimidad soy Yo; Yo soy el
representante de la Monarquía en España. Y
porque lo soy, rechacé con soberana energía
las proposiciones indignas que los
revolucionarios de Setiembre osaron
presentarme antes de consumar su obra de
deslealtad nefanda.
Desde entonces sabe la Revolución que Yo no
puedo ser su Rey.
Jefe de la augusta familia de Borbón de
España, contemplo con honda pena la actitud
de mi primo Alfonso; que, en la
inexperiencia propia de su edad, consiente
ser instrumento de aquellos mismos que á la
vez que á su madre le arrojaron de su Patria
entre la befa y el escarnio.
Sin embargo, no protesto que ni mi dignidad
ni la de mi ejército, permiten otro género
de protestas que las formuladas con la
elocuencia irresistible por boca de nuestros
cañones.
La proclamación del Príncipe Alfonso, lejos
de cerrarme las puertas de Madrid ábreme,
por el contrario, el camino á la
restauración de nuestra Patria querida.
Porque no impunemente se ataca la altivez
española por un nuevo acto de pretorianismo;
porque no en vano se hallan armados mis
invencibles voluntarios; porque los que
supieron vencer en Eraúl y Alpens,
Montejurra y en Castellón y en Cardona y en
Urnieta, sabrán evitar una nueva vergüenza á
la magnánima España y un nuevo escándalo á
la Europa civilizada.
Llamado á matar la Revolución en nuestra
Patria, la mataré, bien ostente la ferocidad
salvaje de la impiedad mas descarada, bien
se oculte y se envuelva en el manto
hipócrita de su simulada piedad.
Españoles
Por nuestro Dios, por
nuestra España. Yo os juro que, fiel á mi
santa misión, sostendré sin mancilla en Mis
manos nuestra gloriosa bandera. Ella
simboliza los salvadores principios que son
hoy nuestra esperanza y serán mañana nuestra
felicidad mas colmada.
Vuestro Rey
Carlos en mi Cuartel Real en
Deva á 6 de enero de 1875.