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Dios existe, yo me lo encontré.

publicado a la‎(s)‎ 5 oct 2010, 13:12 por Tradición Viva   [ actualizado el 5 oct 2010, 13:24 ]
Autor: André Frossard
Editorial: Rialp, Madrid, 2009.
Páginas: 167
ISBN: 978-84-321-0319-3
PVP: 10,00 €

“Dios existe, yo me lo encontré” es la historia de un verdadero encuentro, de una sincera conversión.

La tradición cuenta que San Pablo se convirtió al tener una visión camino de Damasco cayendo de su caballo; al levantarse, Pablo de Tarso no era el mismo, pues ya era portador de la gracia divina.

La historia está escrita por grandes conversos, conversos desde el paganismo, desde el ateísmo o desde el indiferentismo religioso, conversos desde las iglesias separadas al catolicismo, conversiones y descubrimientos que han llegado en unos casos desde el camino intelectual, en otros, desde el camino de los sentimientos, en unos de forma sencilla, en otros de forma aparatosa. Si no hay dos caminos de santidad iguales, no hay dos caminos de conversión idénticos.

Ahora bien, actualmente nos parece que la conversión y el descubrimiento del Dios verdadero es una experiencia del pasado. No obstante la realidad es muy distinta. La reciente beatificación del cardenal Henry Newman nos ha recordado que la conversión puede ser un camino de la razón, del estudio, una conversión dolorosa en su tránsito pero gozosa en su fin (no está de más recordar la excelente obra de José Morales, publicada por la editorial Eunsa en 1978, y titulada “El camino hacia la fe).

Sin embargo la conversión también puede ser un camino recorrido por el sentimiento, así “Dios existe, yo me lo encontré”, es la historia del conversión de André Frossard, miembro de la Real Academia Francesa, y fallecido en 1994. De padres ateos (o indiferentes religioso) de clara militancia comunista, de formación laica, y de intereses mundanos en su juventud, Frossard era un fruto más de la sociedad francesa forjada en la herencia de la revolución francesa, sin embargos dichos méritos, no impidieron que Frossard se convirtiera en uno de los intelectuales católicos franceses más influyentes de su país, y todo por una conversión que el autor despacho en algo más de cuatro bellas páginas en un biografía sentimental no necesitada de más añadidos.

La historia de su conversión es sencilla: “Habiendo entrado, a las cinco y diez de la tarde, en una capilla del Barrio Latino en busca de un amigo, salí a las cinco y cuarto en compañía de una amistad que no era de la tierra”. Que belleza en la sencillez y que complejidad en la simplicidad. Desde entonces Frossard no fue el mismo, como no lo fue San Pablo, o como no lo fue Newman tras su conversión.

Un libro excelente, en un tiempo de descreimiento general. Una demostración más, de los sencillos milagros de Nuestro Señor.