Editorial: PPC Editorial Nº páginas: 162 ISBN: 9788428811514 PVP: 15.20 €
Hoy presentamos la 38ª edición de una obra excepcional. Su éxito demuestra lo enriquecedor de su lectura. Sin duda alguna “el regreso del hijo pródigo” es una de las parábolas más conocidas de los Evangelios, y también una de las parábolas aparentemente más contradictorias. En la formación cristiana más convencional el hijo pródigo representa la vuelta a la Iglesia, la vuelta a la fe y al amor de Dios. Muchos de nosotros nos hemos sentido en múltiples ocasiones representados en ese hijo pródigo que después de vivir alejado de la casa del Padre decide volver a la misma tras comprobar que fuera de su casa no existe verdadera vida. Y en este volver a casa, en esta celebración del Padre por nuestra vuelta reside la primera aparente contradicción de la parábola; nosotros volvemos y se nos festeja a pesar de los pecados cometidos, pero ¿y nuestro hermano mayor que siempre permaneció en la casa del Padre? ¿y su celebración y su recompensa, donde quedan? Sí, ese hijo mayor que constituye un auténtico misterio. ¿La sola permanencia en la casa del Padre es suficiente para satisfacer al padre? ¿La actitud pasiva del cristiano es suficiente para considerarse hijo del Padre?, ¿el fariseo no cumplía también las normas? Aparentemente y visto con lógica humana, el hermano mayor es injustamente relegado a un segundo plano, él que siempre cumplió las órdenes del Padre, él que no pidió su herencia, ni se la gastó en festines y excesos, él que fue un fiel hijo no recibe ni fiestas ni recompensas. En este sentido es necesario plantearse ¿realmente el cumplir las órdenes del Padre le convierte en un hijo fiel, o es necesario algo más? En ese algo más reside lo verdadera aportación al lector de la obra de Henri J. M. Houwen. Su sencilla y amena obra que hoy presentamos editada por PPC centra el corazón de la parábola no en la imagen del hijo pródigo sino del Padre siempre en espera, del Padre que perdona sin preguntar, del Padre que no pide nada a cambio y que se entrega con gratuidad. Pero no nos equivoquemos, no interpretemos a esta Padre como algunas corriente buenistas del cristianismo lo quieren interpretar, como un padre que perdona siempre sin límites, no queremos ver en el cristianismo una fácil religión donde después de cada pecado viene un perdón y donde nuestra salvación está garantizada con el sólo uso del perdón. No, aquí Nouwen nos aporta magistralmente la clave, aquí enlaza sabiamente la imagen del Padre con la de la aparente injusticia realizada al hijo mayor, ¿para ser verdaderos cristianos basta la actitud pasiva, basta la única obediencia al Padre, o es necesario algo más? «Estando él todavía lejos, le vio su padre y, conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente.» dice la parábola, el padre sale al encuentro, el padre no sólo espera, Cristo sale a nuestro encuentro, pero también nos dijo “Id y predicad”, he aquí la clave. La parábola del hijo pródigo nos tiene que familiarizar no con el hijo que vuelva, sino con el padre que recibe. Nosotros hemos de ser ese padre que perdona sin pedir explicaciones, que se alegra por el hijo que vuelve, por la oveja que perdida es encontrada, no por los que ya gozan de su presencia. Nosotros somos lo que como en la obra de Rembrandt tenemos que imponer nuestras manos a nuestros hermanos, los que recibamos al pobre, al mísero, al que perdido es encontrado, al adulto que como niño vuelve a la fe de sus mayores. Pero no sólo tenemos que esperar hemos de salir al encuentro, hemos de correr, la diligencia en el amor ha de ser nuestro marchamo. En resumen, PPC vuelve a reeditar una excepcional obra capaz de transformar y concienciar al cristiano actual y de enseñarle el verdadero camino. Una obra que desde su sencillez es capaz de hacer reflexionar al lector más distraído, al cristiano más formado, y el hermano más alejado de la Iglesia. |