Madrid, 13 de enero de 2012,Un prusiano carlista, por Jesús Flores Thies



La biografía de von Goeben (Augusto Carlos Federico Cristián von Goeben) es verdaderamente apasionante. Había nacido en diciembre del año 1816 en Stade de Elba (Hannover) de una familia con raigambre militar. Su padre, que era director del Parque de Artillería de Hannover, había participado en la guerra de la independencia española encuadrado en la legión anglo-alemana a las órdenes de Lord Wellington. En el asalto a Badajoz sufrió graves heridas que le obligaron a retirarse del Ejército. 

El joven Goeben no quiso ingresar en el ejército de Hannover, y marchó a Prusia. A los 17 años sentaba plaza de aspirante a oficial en una de las unidades con más prestigio del ejército prusiano, en el regimiento de Infantería nº 24. Hablaba perfectamente el francés y también el inglés, ya que Hannover e Inglaterra tenían el mismo soberano. Ya de teniente, regresa a Hannover, y es entonces cuando decide venir a España para alistarse bajo las banderas carlistas.

Muchos eran los voluntarios europeos que elegían los ejércitos cristino o carlista. Normalmente eran suizos, austriacos o alemanes los que elegían el bando carlista, por ser monárquicos y anti-revolucionarios, mientras que los británicos y portugueses (también de la Legión extranjera francesa) elegían el bando cristino, siendo más mercenario el espíritu de estos voluntarios.

El 26 de mayo de 1836, el joven teniente, guiado por contrabandistas y vestido de campesino vasco, atraviesa los Pirineos hasta alcanzar Zugarramurdi, la primera aldea carlista. Días después llega hasta Irún pasando subrepticiamente por territorio francés. No muy lejos de Irún pudo ver a lo lejos, en Behovia, las posiciones de los cristinos.

Le sorprende a Goeben la débil y mala construcción de las defensas de los carlistas en Irún, y así lo expone con toda prudencia, que no fue muy bien aceptada por el responsable. Asegura que éste oficial carlista moriría heroicamente en la defensa de otro puesto que se le había confiado. Los Cuerpos de Artillería e Ingenieros mejoraron notablemente a lo largo de la guerra gracias, entre otras razones, a la intervención de oficiales alemanes.

Marcha después a lo que llama Villafranca de Guipúzcoa, es decir, lo que hoy es Villafranca de Ordicia o simplemente Ordizia, que para mayor información, es la patria chica de Andrés de Urdaneta, el descubridor de las corrientes de Kiu Siu que permitieron el viaje de los navíos españoles desde Filipinas hasta Nueva España.

En esta pequeña localidad está la itinerante y exigua corte del pretendiente don Carlos, al que es presentado el 31 de mayo. Recibido muy afablemente por don Carlos, que le presenta a su hijo Sebastián, parte el prusiano a Hernani destinado al Estado Mayor de Guipúzcoa, donde debería permanecer durante algún tiempo para perfeccionar el idioma español. Se le ofreció entrar en el Cuerpo de Ingenieros recientemente organizado y en el que hacía falta oficiales, pero él consideró que siendo oficial de Infantería, con escasos conocimientos de ingeniería, poca iba a ser su ayuda. En la reorganización de este Cuerpo habían intervenido los capitanes alemanes Roth y Straus.

Frente a San Sebastián, difícil objetivo carlista, las obras de defensa eran precarias, no así las de enfrente, en parte guarnecidas por los voluntarios de la Legión Inglesa de Evans, que estaban además protegidas por la artillería de los barcos británicos.

La primera acción en la que participó fue bastante desgraciada. Agregado a 2º Batallón de Guipúzcoa, cuya compañía de granaderos la mandaba un oficial suizo, pese al valor de los guipuzcoanos, que él tanto admira, pero debido a la eficaz actuación de la artillería de escuadra británica, convierte en derrota lo que parecía ya una victoria. Entre las numerosas víctimas estaba la de su amigo el oficial suizo, que moriría a la mañana siguiente de resultas de una herida en el pulmón. Días después, en los largos períodos de descanso, se dedica al estudio del idioma.

Las cosas se presentaban mal para los carlistas. Los cristinos habían conquistado Fuenterrabía e Irún, cortando el paso a Francia. Pese a todo, pasan los carlistas a la ofensiva, y es entonces cuando Goeben, no sólo es herido, sino algo peor, cae prisionero, circunstancia que lógicamente le hunde en profunda depresión. Habla en francés con sus captores que le tratan bien, según él, por “haber puesto mi bolsa en manos de los soldados”. Poco después consigue escapar para ser nuevamente capturado por soldados ingleses. Y esta vez el peligro es mayor, porque podía ser considerado espía. Pudo librarse del fusilamiento, siendo encerrado en un cuartucho sin más mueble que un saco de paja. Aquel cautiverio le sirvió para seguir avanzando en el aprendizaje del idioma, ya que no le habían quitado su manual de español. Seis semanas después es embarcado en el vapor “Reina Gobernadora” rumbo a Santander.

Su peregrinar de cautivo le lleva el 13 de septiembre al depósito de Logroño, hasta que un día recibe la buena noticia de que ha sido canjeado y que va a ser escoltado hasta la frontera francesa. Su cautiverio ha durado ocho interminables meses.

Pero nuestro voluntarioso prusiano no tiene la menor intención de llegar con su escolta a la frontera francesa, así que un día, salta por la ventana de la casa en la que se encontraba encerrado, en un descanso de la andadura hasta Francia, y pese al dolor que siente por culpa del batacazo, ya que la ventana estaba muy alta, corre como un gamo hacia un río Ebro al que se lanza, y como es buen nadador, pronto alcanza la otra orilla, mientras le disparan los soldados de la escolta que se han dado cuenta de la fuga, indudablemente con mala puntería. Poco después, un campesino lo acoge y le guía hacia Estella, después de atravesar de noche las líneas cristinas. El general Uranga, al que llamaban cariñosamente “el tonto bueno”, porque era una buena persona pero bastante torpe en el campo de batalla, le envía al Estado Mayor de Navarra, al parecer reclamado por el general García a quien Goeben considera un buen general y que era muy querido y respetado por los campesinos, a los que protegía.

A las órdenes de Uranga, Goeben participa en el asalto nocturno y por sorpresa de Peralta (“conocida en toda España por sus excelentes vinos”) siendo de los primeros que asaltan la muralla subiendo por las escalas colocadas por los granaderos. Poco después le encarga Uranga el llevar a Francia a desertores de la Legión extranjera francesa, la mayor parte alemanes, que entrega a los franceses en Zugarramundi.

Participa en la expedición de Zaratiegui que atraviesa el Ebro y se adentra en Castilla, siendo uno de los primeros combates contra los voluntarios portugueses mandados por el Barón das Antas derrotados después de una larga, feroz y sangrienta lucha. Una difícil marcha con combates esporádicos les llevaba hasta Segovia, ciudad que sitian. Él está agregado a la brigada de Vizcaya. La ciudad fue conquistada y a conciencia saqueada. Zaritiegui trata de aproximarse a Madrid pero es rechazado en la sierra de Guadarrama, regresa a Segovia que es abandonada, continuando la expedición por tierras del Duero, hacia los montes de Soria.

Siguiendo el itinerario de la expedición, donde en un combate estuvo en peligro de caer nuevamente prisionero, entran en Aranda de Duero y poco después en Valladolid, donde la intervención del Obispo impide la violencia y el saqueo. Goeben tiene palabras elogiosas para definir el carácter de los que denomina castellanos viejos (de Castilla la Vieja…). Poco después tiene lugar en Aranda el encuentro con la Expedición Real.

Reorganizadas las tropas carlistas se pone en marcha una nueva expedición, esta vez la de Basilio García a quien el prusiano considera hombre de valor, magnífico jefe de Brigada pero no apto para una empresa de la índole de esta expedición. Esta vez participa Goeben como teniente más antiguo de la 6ª compañía del 7º batallón de Castilla. Pasan un muy crecido Ebro entre Lodosa y Logroño donde murieron ahogados muchos soldados y oficiales, entre ellos su amigo holandés, Custavo Phipippon.

En la marcha hacia el Bajo Aragón se les une una división de Cabrera, pero nada pudo impedir el fracaso de aquella expedición. En uno de los numerosos combates recibió una herida que le dañó gravemente el brazo a la altura del hombro. El daño era tan importante que no había manera de trasladarle con el ejército que le dejó a su suerte en unión de otros heridos graves, lo que le salvó posiblemente de la muerte pues su división fue poco después aniquilada.

Cae nuevamente en poder de los cristinos que le someten, a él y a los heridos, a un terrible maltrato, además de quitarle todo lo que tenían de valor y hasta sin valor. Es obligado a seguir la columna cristina hasta que ante su deplorable estado es enviado a un hospital en Cuenca donde pasa cuatro meses infernales, luchando con los cirujanos que se empeñan en amputarle el brazo. Casi curado es llevado al depósito de Madrid. Allí, la dura prisión fue aliviada gracias a recomendaciones llegadas de su patria. Es trasladado en duras y agotadoras jornadas hasta Sevilla, Jerez y finalmente Cádiz donde son encerrados los numerosos prisioneros carlistas en unas frías y húmedas casamatas junto al mar.

Las durísimas condiciones de vida de los prisioneros se vieron aliviadas cuando Cabrera, informado de la situación extrema de los prisioneros carlistas en Cádiz, amenazó con represalias con los prisioneros cristinos. Sabía Maroto, que estaba al mando del ejército cristino, que Cabrera no hablaba en balde e hizo que la situación de aquellos desgraciados mejorara de forma notable. Y gracias también a Cabrera se consiguió un canje con sus prisioneros, entre los que se pudo incluir a Goeben, que no pertenecía al ejército de Cabrera pero que gracias al Cónsul de la Inglaterra y Hannover se pudo unir a los canjeados. Parten en barco de Cádiz para desembarcar días después en Sagunto y, después de pasar 14 días en Castellón, por fin se produce el ansiado canje.

Llegado con sus compañeros a territorio dominado por los carlistas pide Goeben su reincorporación al ejército, pero el jefe se opone alegando que ellos estaban allí, por orden superior, para reponerse. Sería días después en Chelva cuando es admitido por el Brigadier Arévalo, incorporándose fusil en mano a la compañía de granaderos del primer batallón del Turia (este ejército carlista está compuesto principalmente por voluntarios valencianos), con el que participa victoriosamente en su primer combate después de su liberación.

Por fin es presentado a Cabrera al que le desagradan las gafas con cristales verdes que Goeben usa para protegerse del sol después de permanecer a oscuras tantos meses de cautiverio. A Cabrera le desagradan y habla a Goeben de forma desabrida; es entonces cuando el prusiano le pide su traslado a Cataluña, prefiere combatir a las órdenes del Conde de España. No acepta Cabrera y Goeben ha de permanecer bajo sus órdenes. Combate a su lado en Carboneras lo que le facilita que Cabrera acepte por fin su petición de incorporarse al ejército de Cataluña. Y sería en Morella, etapa de su viaje al norte, donde se enteraría de lo que denomina “la ignominiosa venta de Vergara y del paso a Francia de Carlos V”.

En su continuo deambular por tierras de España llega el prusiano a Carrascosa presentándose al Conde España, noble y militar francés al servicio de la causa carlista. Se quejaba el Conde haber te nido que desprenderse del Coronel Barón von Rahden, valioso prusiano, y excelente ingeniero, que tuvo que enviar con Cabrera (von Rahden escribiría también unas interesantísimas memorias). “Me gustan los alemanes –le dijo el Conde-, y usted me será útil también”, y lo destina al Estado Mayor del Ejército.

Poco útil pudo ser al Conde de España pues éste sería asesinado pocos días después por lo que von Goeben pide su regreso al ejército de Aragón. Peligroso viaje que hace en compañía de dos jóvenes que le pidieron ayuda para poder llegar hasta sus maridos combatientes en el ejército de Cabrera. Salen de Berga, y después de mil percances, llegan a Flix donde se une a los carlistas. Continúa su marcha hasta Morella. Allí se encuentra con su compatriota el barón de Rahden quien le lleva hasta Cabrera. Pese a conservar las gafas, que tanto desagradan al tortosino, éste lo agrega al Cuerpo de Ingenieros. Pero poco después ha de marchar a Francia el barón, comisionado por Cabrera para entrevistarse con el rey, heredando Goeben, como consuelo, el valioso caballo de su amigo

En su nuevo destino de ingeniero “me sentí algo inseguro en mi esfera de acción”, asegura Goeben, pero ya tenía algo de experiencia por situaciones anteriores. Acompaña a Cabrera en sus diferentes viajes de inspección hasta que el caudillo carlista cae gravemente enfermo, incluso llega a Morella la falsa noticia de su muerte, pero no es cierta la noticia, sin embargo ha de pasar a Francia en estado de gran postración para regresar, envejecido y agotado meses después.

El final de aquella aventura era sólo cuestión de tiempo. Abandona Goeben Morella que caería, merced a la traición, en manos de los cristinos, y llega hasta la zona de El Turia, encargándose de las fortificaciones de Cañete y de Castillfabib. Aun ha de pasar peligrosas aventuras, como cuando en una marcha hacia Aragón está a punto caer nuevamente prisionero. El final se aproxima, aumentan las deserciones y se produce el ya insoportable cansancio de una guerra interminable y sin esperanzas de victoria. Cabrera pasa a Francia, y en la localidad de Royuela, en la sierra de Abarracín, nuestro héroe, por medio del cura párroco, ofrece al gobernador de la fortaleza enemiga de Teruel deponer las armas y entregarse. Tratado con cortesía por el gobernador cristino, es poco después asaltado por unos miserables que le hieren en el brazo, pero logra escapar, siendo internado en el hospital de Teruel. Medio curado parte hacia Valencia donde el cónsul inglés le da un falso pasaporte, el de un licenciado de la Legión Británica.

Embarca en el Grao y después de hacer escala en Tarragona desembarca en Barcelona donde tiene la oportunidad de ver en una parada a sus enemigos: Espartero y O´Donell. Por fin, viaja hasta Francia entrando por Le Pertus. El Prefecto de esta localidad le dio la opción de regresar a Alemania… o entrar en la Legión Francesa. En su libro de memorias escribe “el 18 de agosto (de 1861) emprendí la penosa marcha hacia mi patria”.

Lógicamente no podemos terminar este relato sobre las vivencias de von Goeben en España sin ocuparnos del resto de su biografía donde comprobaremos la razón de ser considerado un importante personaje en la Historia de Prusia. Un crucero de batalla alemán de la serie “Moltke” llevara su nombre.

Poco después de su llegada a Hüzelburg, en el Mecklemburg, la publicación de su libro sobre su aventura carlista, entusiasma a Federico Guillermo IV que le hace ingresar en el ejército prusiano, ascendiendo a capitán cuando estaba a punto de cumplir 30 años. Pasa a las órdenes de von Moltke en el IV Cuerpo de Ejército, combatiendo contra elemento revolucionarios. A los 42 años es ya coronel. Y es entonces cuando hace otra escapada “española”.

Marcha con otros militares prusianos a la “guerra de África 1859-1860”, y se unen a otros observadores bávaros, franceses, austriacos, suecos y rusos. Incluso llega a participar en la acción de Samsa, en la que es herido el teniente prusiano de Caballería von Jena, y posteriormente en la de Wad Ras, que pone fin a la guerra.

A los 47 años es ascendido a general.

Participa en la guerra con Dinamarca; en la austro-prusiana de 1866, entrando vencedor en Würzburg; y en la que le daría más fama, la franco-prusiana donde, después de una serie continuada de combates, derrota al ejército francés en San Quintín. Después viene el armisticio de Versalles, después la paz… Y en ella moriría el teniente general de la Orden “Pour le Mérite”, von Goeben el 13 de noviembre de 1880.

En 1912 se daba su nombre a un crucero de batalla de 23.000 toneladas que, junto con el “Bremen”, tantos dolores de cabeza daría a la Armada Británica en el Mediterráneo.

Hemos de decir aquí que nuestra simpatía hacia este prusiano aumenta al coincidir su tierra natal con la de los “Thies” de mi abuelo alemán: Hannover.