Madrid, 18 de Noviembre de 2012

Desde los primeros días de agosto de 1936, hasta el 1 mayo 1937, (9 meses), el Cerro de Nuestra Señora de la Cabeza y su Santuario sufrieron el cerco del ejército rojo que con formidables medios atacaba una y otra vez con tanques, artillería y morteros la colina.

El capitán Cortés


Hasta que tras nueve meses -como decimos-, los Guardia Civiles sucumbieron por inanición. El Cerro no se entregó. Veamos: vistos los resultados del Alzamiento, el Capitán de la Guardia Civil don Santiago Cortés González, de la Comandancia de Jaén, reunió cuantos Guardia Civiles de la provincia pudo, y pretextando unas maniobras logró llegar desde Andújar al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. Los guardias llevaron tras de sí a sus mujeres y niños. Cortés -que previó el asedio-, llegó cuánta comida, calzado, ropas y efectos pudo. Pronto el enemigo estableció el cerco. Varias Divisiones rojas atacaron incluso con abundante aviación.

Desde Sevilla, el héroe de la aviación nacional capitán Haya-que más tarde moriría en el frente de Teruel y después de la guerra fue enterrado en el Santuario junto al capitán Cortés-, con un bimotor se encargó desde el aire de abastecer el Santuario lanzando sacos del pan, comida y municiones. Así 9 meses. El heroísmo derrochado por los guardias civiles fue épico. Los ataques enemigos eran rechazados continuamente. Las bajas por enfermedad y heridas fueron muy numerosas y como hasta el heroísmo tiene un límite, el capitán Cortés gravísimamente herido, ya no pudo organizar la defensa.

Los tenientes, aguantaron con su gente hasta morir. Por fin, el enemigo se hizo dueño del derruido Santuario.

Los republicanos asediaron a civiles y enfermos

Sólo unos pocos famélicos guardias quedaron y el capitán Cortés moriría a los dos días en Andújar. El caudillo ante tanto heroísmo, concedió la Cruz laureada de San Femando individual al glorioso capitán Cortés y la colectiva a todos los defensores de la guarnición.

Pero sucedió que: sería por los años 1944 o 1945, llega a la empresa donde yo trabajaba en un buen puesto, un hombre alto y fino que ingresó destinado a ella. Lo cierto es que su aspecto me despertó cierto respeto. Tenía el rostro con tremendas cicatrices desde la boca hasta los oídos. Tenía un aspecto noble. Pronto hicimos amistad y así me enteré que se trataba del Caballero Mutilado Jesús Millán Bracero, héroe del Santuario y defensa del Cerro, que con el grado de sargento sufrió las heridas del rostro descritas. Pasó -me contaba-varios meses en el hospital y prisionero en el penal de San Miguel de los Reyes de Valencia. Fuimos muy amigos pues no en balde, el guardia civil y yo Requeté en un tercio de la 1ª de Navarra, habíamos luchado por la Patria en la Cruzada.