
Es estudiante Murri, por César Alcalá
La noche de 25 al 26 de julio de 1835 estalló el anticlericalismo en las calles de Barcelona. El inicio de la revolución se produjo por la tarde. Se ha querido achacar el preludio del posterior desastre a una mala corrida de toros en la plaza de la Barceloneta. Lo que motivo aquel levantamiento ciudadano fue los elevados impuestos que tenían que pagar pues, según ellos, encarecían la vida y arruinaban las fábricas. El movimiento revolucionario tuvo como trágica consecuencia la quema de los conventos de Santa Catalina, de San José, de los Trinitarios, de San Agustín y del Carmen, así como el asesinato de frailes y monjas. La milicia urbana pudo parar la turba revolucionaria pero, el pueblo ya se había levantado contra el poder establecido y contra la burguesía que los oprimía.

El anticlericalismo, por haber apoyado el levantamiento carlista y la definición de estos, como personas descerebradas, con poca visión de futuro y apoyando una institución –el Antiguo Régimen- contra el cual había que luchar, eran una constante en toda la prensa liberal de la época. Así pues, la línea editorial de El Vapor no pierde la oportunidad de expresarse con rotundidad contra aquellos hombres, tal y como se expresaba Larra y otros articulistas liberales.
La reseña sobre Miguel Arqués, publicada cuatro días después de su asesinato se inscribe dentro del talante de la época y demuestra la poca consideración y respeto que los carlistas les merecían a los liberales: “Hemos recibido de cierto caballero que se firma el Tarraconense, una especie de Biografía de Miguel Arqués, o sea de l’Estudiant Murri.
Nació este infeliz en Badalona, hijo de pobres labradores. Fue destinado desde su niñez a guardar cerdos. Sintióse empero con fuego para más épicas empresas, y quiso estudiar gramática latina. Las aulas del Colegio episcopal de esta ciudad podrán dar fe de su asneria y nulidad. A empujones, sin embargo, logró tener aprobados los tres años que se pasan en aprender cuatro reglas y enseñar la traducción de las Selectas.
Fiero y engreído con tan vastos conocimientos, se metió a pedagogo; y si no se lució ni podía lucirse en enseñar lo que ignoraba, hízose célebre por su desfachatez e inmoralidad. Indecente profanador del hábito telar, distinguíase a la legua la perversa índole y rabínico corazón.
Trájole su fatal estrella a meterse en el baturrillo de la política. Y no hay que preguntar a que lado se lanzó. Sus vastos conocimientos y maligno espíritu le señalaban con el dedo la negra senda que hacia de recorrer. Fue agente de la policía secreta, sembró la desolación entre varias familias, era protegido de los frailes; estuvo preso en Canaletas; una mano (pastelera, sin duda) le sacó de aquel recinto y conspiró. Murió finalmente pasado por las armas en el glácis de la Ciudadela de esta plaza (Barcelona) el martes 18 de agosto de 1835, a las seis de la tarde. Requescant in pace. Era de estatura mediana, bien nutrido, rubio de pelo, de edad 25 a 30 años. Cualquier fisonomista le hubiera calificado desde luego de imprudente y procaz”.
Autor: César Alcalá